Las Tragedias Dedicadas
Bien
sabido es que la muerte espera al remitente
ahí
donde empieza letra y termina siendo sufrimiento,
razón por
tanto solo escribo invenciones, pues
bien sabido
es que mi corazón se halla en lamentos.
Todas
llevan tu nombre y, sin embargo, ni una lo confiesa,
pues
como tú, Cruziana, no hay quien pueda dar tregua.
Mis tragedias, sin embargo, siempre para ti,
pues
como tú, Cruziana, jamás nadie ha de existir.
Sobrecogido
al silencio me arropé, “solo he de esperar –pensé–,
Cruziana
ha de volver, añorante esperaré”.
Y así
fue como fue, a mis ojos la esperé y
nunca
suspiré. Pues bien sé, Cruziana, mi amor, has de volver.
Más nada
me dijo entonces y entonces yo me dije:
“solo he
de esperar, pues bien sabido es que
las
esperanzas no he de abandonar”,
desde
entonces mi alma siempre a Cruziana ha de esperar.
Osados inmortales,
afirmé:
“mi
pasión jamás tendréis, pues solo
de Cruziana
mi corazón ha de ser”. Mi vida, mi prometida,
solo de
ti siempre seré.
Desde
entonces con tinta afable las tragedias
he de
relatar mientras su regreso prolongado
por siempre
preveo de esperar.
Y una
vez más, a Dios he de enfrentar.
Pues como
siempre, Cruziana siempre dijo:
“nunca
tu coronilla has de humillar”, y
bien sabido
es que mi corazón
a Cruziana
terco ha de querer. Por siempre la ha de querer.
Fue hace
tantos días y hace tantos años,
y ese fue,
por tanto, la razón de mi escribir
y aunque
en mis palabras no se halle porvenir
bien
sabido es que junto a mi Cruziana codicio vivir.
¿Quién
entonces es Cruziana?
Mi amada,
mi vida y prometida, en los rosales la encontrareis
afirmando
que el existir afable y triste es,
sin
embargo, bien sabido es que Cruziana mi musa siempre fue.
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