¿De quién será mi siguiente historia?
De mí, por supuesto, pero hablo del personaje y esta es una de las tantas preguntas que me planteo cada noche. Me cuestiono constantemente qué nombre le daré, cuál será su historia detrás, cómo es su personalidad y, sobre todo: ¿su vida dolerá? Pues si una vida no duele, no la escribo. Esta es una de las pautas que me he marcado y de las cuales hablo en mis historias. Plasmo la tragedia.
Es entonces, pues, que todos mis personajes representan una parte importante de mi: un pecado, una culpa, mi vicio o mi cobardía.
Les he hablado de Fídi y su añoranza, de su tristeza y su melancolía al estarse separada de Tilltri -su amado-. Fídi representa mis ansias de tener algo y el pesar de no poseerlo; Fídi es uno de mis más dolientes pecados pues en ella volqué todo aquello que nunca pude decir, le hice sufrir toda esa añoranza que jamás pude mostrar y todo ese dolor que durante meses sentí. Fídi es, sin más, el deseo que brota de mi ser. El deseo de sentir.
También he mostrado a Sílencio, el hombre de las mil y una cartas a su amada, el hombre que nunca habló. En Sílencio encontré la salida de un dolor continuo. Es todo lo que fui y dolí, mi esperanza, mi escritura doliente y el género trágico al que me acurruco cada noche. Sílencio es sin más, un hombre en el que me pude haber convertido y por ello le forcé a vivir décadas en la miseria. Un penitente. Es una oda a la muerte de esas nuestras emociones que explotan sin más, y al hacerlo morir, en su historia, asesiné muchos dolores de mi propio corazón.
Con la muerte de Sílencio, no murió mi escritura, pues de ello nació Zasfir El Cuentavidas. Las mil virtudes hechas persona, un hombre incapaz de sentir dolor, un trovador amante del drama, de las tragedias y la tristeza que acongoja tu alma. Zasfir es esa pequeñísima parte de tu corazón que te fuerza a vivir día con día, ese que te exige soportar el peor de los lamentos. Aquel al que odias, pero ansías. Él roba los dolores de las personas, los tuyos más que nada, los hurta para sí mismo y se aprovecha de tu pesar... Y te muestra que el odio puede ser amado, que la tristeza puede sonreír, que el mal le da besos de amor al bien y que tragedia no es más que la hermana de bienandanza, ambas viven en armonía. Zasfir es mi Yo lírico.
Pero mi corazón no se detiene ahí, pues desea pecar, desea tomar mucho más del dolor del mundo, gozarlo, estudiarlo y comprenderlo, y darle una vida. Esta noche bien podría hacer nacer a Vívida, una musa que condeno al dolor incesante de su propia mente. O quizá conciba a Katherina, la amante de miles de penurias, o a Jazael, el ser odiado por su magnificencia. No lo sé y, sin embargo, dejo claro desde ahora que dolerá, pues la tragedia danza en mis manos y desea ser plasmada. No hay indulto para la agonía de mis personajes, pero bien es cierto que eso les mantiene acurrucados bajo mi manto. Un manto que acuna sus almas..., almas que jamás tendrán descanso.
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